Llenas tus labios de cuidadoso carmín rojo pensando en
él. Hoy vas a pasar una increíble noche. Te pones ese
vestido negro, con escote largo y caído que hace mostrar tu bello cuerpo y esa espalda descubierta. Ese vestido
que cuando te lo ve tu padre puesto se pone nervioso solo de ver lo guapa que estás.
Esos tacones negros de doce centímetros, de pie abierto, con brillantes que te
hacen más llamativa aún.
Te montas en el primer taxi que ves, y le dices al conductor
que te lleve al hotel Bleingon, en el cual tendrás esa noche imparable con ese
hombre que no eres capaz de sacar de tu cabeza. Tú misma sabes que no es lo que
cualquier persona te recomendaría; está casado y es un empresario muy top
(aparte de que te saca 15 años), pero te da igual. Mientras el taxi te lleva a
lo que tú crees que es el amor de tu vida, no sale de tus pensamientos su
mirada, sus manos consumidas por el esfuerzo, sientes cómo te agarra la pierna
y te hace sentir suya.
De repente, el coche frena. Ves la increíble y lujosa fachada
del hotel, le pagas y te dispones a entrar. En recepción preguntas por la seña
que te dio con anterioridad y, personalmente, un empleado te acompaña hasta la suite
número quince, donde él te espera.
Una vez dentro, os abrazáis, pero notas algo en él muy
extraño. Demasiado excitado. Te pide grabarlo, a lo que tú accedes después de
un rato de réplica continuada. Te tira a la cama, te desnuda y él delante de ti
y de pie, se desnuda ante tus inquietos ojos.
Ya en el momento esperado, suena el timbre, a lo que él
dice: “Ya tardaban”. Te deja con la cara descuadrada y entran tres hombres más,
tres hombres maduros más. Tú, asustada, tratas de vestirte, pero ya es
imposible. Se desnudan con rapidez y se abalanzan sobre tu cuerpo, te
inmovilizan y entre los cuatro, ensucian tu ser como nunca pudiste imaginar. Te
penetran por tu vagina, por tu trasero y hacen que se las chupes y como era de
esperar, los cuatro eyaculan en tu cara, manchándotela entera de sus asquerosos
fluidos.
¡Zas! Notas un fuerte golpe en tu cabeza. Te duermes. Al
despertar, notas frío. Te duelen las manos y los tobillos. Estás atada, tirada
en un bosque perdido y desnuda, con su
suciedad manchándote la cara. Sabes que vas a morir. Es enero y estás a quince
grados bajo cero; en cuestión de minutos desaparecerás de tu cuerpo, y lo que
más rabia te da es que solo tienes diecinueve años. No has hecho nada
importante en tu vida, no te has despedido de tus padres ni de tus amigos. Estás
muriendo de hipotermia tras haber sido violada.