viernes, 25 de diciembre de 2015

Erotismo

Sus ventanas me cambian el pensamiento solo con abrirlas. No comprendo la facilidad que tiene en mí. Inexplicable, ¿por qué  así? Ninguno lo conocemos, solo sabemos que los dos tenemos esa sensación con las nuestras al mirarlas. 


Es increíble que  con solo  oler su fragancia yo pueda cambiar tanto. Cuando se cuela su aroma por mis fosas nasales es como si te pasaran una pluma por la espalda, lenta y cuidadosamente.

Cuando se acerca a mí y noto su cuerpo, ahí es cuando realmente me altero, cuando noto la presión de su ser con el mío, cómo me abraza fuertemente y me hace ir a un universo que nunca podría imaginar.

A esos labios, cuando rozan los míos, los noto como si fueran unas olas bravas rompiéndose en el acantilado y mojándome por completo.


El calor aumenta, sube la temperatura a niveles extremos y empezamos a apretarnos más  el uno con el otro, y comenzamos a frotarnos sin límites, llegando a  notar todas las partes de su curtido cuerpo. Me desnuda, me besa el cuello tan despacio y con tanta fragilidad que el calor ya se hace insoportable, y poco a poco, marca un camino de besos húmedos por todo mi cuerpo. En ese momento ya eramos uno, nuestros cuerpos están fusionados. En aquel instante éramos imparables, la unión era inquebrantable, hasta tal punto que ya éramos uno.




viernes, 18 de diciembre de 2015

Patético

Patético, ¿verdad? Acabo de escribir la mierda que siento ahora, y resulta que me encuentro mejor. A veces pienso que estas letras me ayudan a desahogar mis penas en teclas, pero sé que realmente es mentira, es como beber una copa por desesperación: sabes que cuando se te pase el efecto del alcohol, toda tu mierda renacerá, pero aún más fuerte, ya que encima cargas el problema de lo que tienes en tu sangre ahora mismo. Pero pensaras: "si escribir no es nada malo". Cariñoso lector, solo escribo cuando me siento realmente mal, solo y exclusivamente cuando la luz de mi túnel es apagada por un interruptor  llamado “pensamiento”. Esta cabeza me atormenta, y aunque ahora al escribir me sienta mejor, sé que mis paranoias mentales no desaparecerán, pero, ¿entonces qué hago?

Prefiero al menos evadirme de ello los míseros minutos que le voy a dedicar a deslizar mis manos por las teclas, si no, créeme, moriría por dentro.