viernes, 12 de febrero de 2016

Inocencia interrumpida

Llenas tus labios de cuidadoso carmín rojo pensando en él.  Hoy vas  a pasar una increíble noche. Te pones ese vestido negro, con escote largo y caído que hace mostrar tu bello  cuerpo y esa espalda descubierta. Ese vestido que cuando te lo ve tu padre puesto se pone nervioso solo de ver lo guapa que estás. Esos tacones negros de doce centímetros, de pie abierto, con brillantes que te hacen más llamativa aún.

Te montas en el primer taxi que ves, y le dices al conductor que te lleve al hotel Bleingon, en el cual tendrás esa noche imparable con ese hombre que no eres capaz de sacar de tu cabeza. Tú misma sabes que no es lo que cualquier persona te recomendaría; está casado y es un empresario muy top (aparte de que te saca 15 años), pero te da igual. Mientras el taxi te lleva a lo que tú crees que es el amor de tu vida, no sale de tus pensamientos su mirada, sus manos consumidas por el esfuerzo, sientes cómo te agarra la pierna y te hace sentir suya.

De repente, el coche frena. Ves la increíble y lujosa fachada del hotel, le pagas y te dispones a entrar. En recepción preguntas por la seña que te dio con anterioridad y, personalmente, un empleado te acompaña hasta la suite número quince, donde él te espera.

Una vez dentro, os abrazáis, pero notas algo en él muy extraño. Demasiado excitado. Te pide grabarlo, a lo que tú accedes después de un rato de réplica continuada. Te tira a la cama, te desnuda y él delante de ti y de pie, se desnuda ante tus inquietos ojos.

Ya en el momento esperado, suena el timbre, a lo que él dice: “Ya tardaban”. Te deja con la cara descuadrada y entran tres hombres más, tres hombres maduros más. Tú, asustada, tratas de vestirte, pero ya es imposible. Se desnudan con rapidez y se abalanzan sobre tu cuerpo, te inmovilizan y entre los cuatro, ensucian tu ser como nunca pudiste imaginar. Te penetran por tu vagina, por tu trasero y hacen que se las chupes y como era de esperar, los cuatro eyaculan en tu cara, manchándotela entera de sus asquerosos fluidos.

¡Zas! Notas un fuerte golpe en tu cabeza. Te duermes. Al despertar, notas frío. Te duelen las manos y los tobillos. Estás atada, tirada en un bosque perdido y desnuda, con  su suciedad manchándote la cara. Sabes que vas a morir. Es enero y estás a quince grados bajo cero; en cuestión de minutos desaparecerás de tu cuerpo, y lo que más rabia te da es que solo tienes diecinueve años. No has hecho nada importante en tu vida, no te has despedido de tus padres ni de tus amigos. Estás muriendo de hipotermia tras haber sido violada.

No lo quieres asumir, pero ya no tienes nada que hacer.            

viernes, 5 de febrero de 2016

Volver a nacer

Solo veía luz, él solo veía luz.

No sabe dónde se encuentra, escasamente ve bultos a su alrededor. Se siente cansado, como si hubiera dormido mucho; apenas era capaz de mover sus delicados dedos.

De repente, escucha algo:

-¡SE HA DESPERTADO, SE HA DESPERTADO!

-¡HA VUELTO!

Flipaba, él simplemente flipaba. Lo último que recordaba era que estaba sentado en el capó de su coche contemplado la luna brillante en el cielo, y ni él mismo, en ese momento, sabía por qué estaba ahí. ¿Tendría algo que ver el porqué de las voces alegres a ese momento?

“Ahora sí me acuerdo: Yo estaba en aquella no muy alta montaña porque sabía que me iba a morir. El cáncer que tenía en mi páncreas me estaba devorando por dentro y ni los médicos sabían qué hacer conmigo. Pero un momento... Yo estaba muerto. Me acuerdo de cómo mis fuerzas se reducían a cero mientras mi cuerpo caía al suelo. ¿Será esto el cielo? No lo sé, a lo mejor las voces que oigo son de los ángeles, pero son un poco cabrones al alegrarse de que esté muerto.

Espera, espera. Estoy escuchando algo más:

-La operación ha salido bien, a pesar de que ha estado en coma tres meses debido al cáncer que tenía en su interior. La intervención del día de ayer fue exitosa y, como ven, se está despertando.

No puede ser, yo no puedo estar vivo. Nadie en su sano juicio me daba esperanza de vida, esto debe ser una imaginación, de esas que tienes al estar muerto. De  no ser así, no lo comprendo.

Un momento, mis ojos están comenzando a abrirse, ¿será cierto que estoy vivo?

Empiezo a reconocer a la gente eufórica que me rodea: Ahí está mi novio, el cual no para de mirarme con cara de felicidad abrumadora. Noto algo en mi mano, algo me aprieta demasiado. Voy a mirar.

Una mujer, mirándome fijamente con los ojos encharcados en lágrimas por mi despertar y, apretándome aún más fuerte con su rugosa mano, me mira y me dice sin dejar de sonreír:

-Bienvenido, a la vida hijo mío, por segunda vez.

Y solo tengo una cosa que decirle a esta señora:


-He vuelto, pero esta vez será para quedarme”.