Sus ventanas me cambian el pensamiento solo con abrirlas. No comprendo la facilidad que tiene en mí. Inexplicable, ¿por qué así? Ninguno lo conocemos, solo sabemos que los dos tenemos esa sensación con las nuestras al mirarlas.
Es increíble que con solo oler su fragancia yo pueda cambiar tanto. Cuando se cuela su aroma por mis fosas nasales es como si te pasaran una pluma por la espalda, lenta y cuidadosamente.
Cuando se acerca a mí y noto su cuerpo, ahí es cuando realmente me altero, cuando noto la presión de su ser con el mío, cómo me abraza fuertemente y me hace ir a un universo que nunca podría imaginar.
A esos labios, cuando rozan los míos, los noto como si fueran unas olas bravas rompiéndose en el acantilado y mojándome por completo.
El calor aumenta, sube la temperatura a niveles extremos y empezamos a apretarnos más el uno con el otro, y comenzamos a frotarnos sin límites, llegando a notar todas las partes de su curtido cuerpo. Me desnuda, me besa el cuello tan despacio y con tanta fragilidad que el calor ya se hace insoportable, y poco a poco, marca un camino de besos húmedos por todo mi cuerpo. En ese momento ya eramos uno, nuestros cuerpos están fusionados. En aquel instante éramos imparables, la unión era inquebrantable, hasta tal punto que ya éramos uno.
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