viernes, 8 de enero de 2016

Madre...

Seguro que cuando la miras piensas: Qué gran mujer.

Todos tenemos una gran mujer en nuestra vida, la cual nos ha ayudado en todo lo que ha podido y seguramente muchas veces hemos sido injustos con ellas al no agradecerle día tras día lo mucho que ha dado por nosotros…

Ahora llega el momento de recordar:


No se te vendrá a la memoria porque es prácticamente imposible, pero a ella sí, y hablo de ese momento en el que tras pasar por unas horas de auténtico dolor o por una operación, llega la hora de tener entre sus brazos algo que ha estado cuidando, criando y guardando dentro de ella durante nueve largos meses de su vida, los cuales por tu culpa le han causado antojos, dolores de espalda y piernas, vómitos, cambios de humor; pero ella cuando te mira, lo compensa todo al tenerte entre sus brazos.

Cuando ya tienes de 5 a 10 años, que eres un traste inquieto, recordarás las veces que se la has liado en público y te cogía con una mano de tu muñeca y con la otra te daba una bofetada en el culo. Recordarás cuando te venía la inspiración de tu vida y le pintabas paredes, sofás y todo lo que entrillabas en ese momento. Cuando lo descubría, solo quería matarte, pero a la vez se moría de risa al ver la cara que ponías cuando te pillaba.

Esa época tan turbia de hormonas y descontrol que tienes en tu cabeza, la aclamada edad del pavo. No te puedes ni imaginar la de disgustos y ansiedades que le has causado a la pobre, cuando la liabas en el instituto, cuando llegabas tarde a casa y no sabía de tu existencia, pero ella es la única que puede perdonarte con un simple beso al día siguiente.

Para ella, ver a sus hijos casados es uno de los momentos más felices de su vida, junto al recuerdo de cogerte en brazos por primera vez. Ese día, para ella, es triste y alegre a la vez; alegre porque lo que más le gusta es verte feliz, y triste porque su niño o niña ya se ha hecho mayor,  y quiere estar pegadita a ti cada día de su vida.

Y todo esto lo vas a recordar en un segundo, ¿sabes cuándo? Cuando veas esa horrorosa caja de madera hundirse bajo la tierra o meterse en esos espantosos muros llenos de recuerdos y llantos. En ese momento te arrepientes de no haberle dado los besos y abrazos que se merecía,  de haber discutido tanto con ella, de no llamarla… Si ya has vivido el insufrible momento de decirle adiós, ten por seguro que ella desde donde esté, se sentirá orgullosa de cómo estás llevando tu vida.
 Y si todavía la tienes contigo, bésala, abrázala, quiérela como nunca hiciste; porque de nada te valdrá lamentarte cuando veas desaparecer su alma.

5 comentarios:

  1. Las personas a las que queremos nunca desaparecen por completo, siempre queda algo de ellos en nosotros, pero mientras los tienes al lado es importante hacerles saber de nuestro cariño. Sabias palabras llenas de sentimiento, te felicito, querida alma!!

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  2. Muy bonito y gran verdad. Cuando deje de escribir llamo a la mía.

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