Solo veía luz, él solo veía luz.
No sabe dónde se encuentra, escasamente ve bultos a su
alrededor. Se siente cansado, como si hubiera dormido mucho; apenas era capaz
de mover sus delicados dedos.
De repente, escucha algo:
-¡SE HA DESPERTADO, SE HA DESPERTADO!
-¡HA VUELTO!
Flipaba, él simplemente flipaba. Lo último que recordaba era
que estaba sentado en el capó de su coche contemplado la luna brillante en el
cielo, y ni él mismo, en ese momento, sabía por qué estaba ahí. ¿Tendría algo
que ver el porqué de las voces alegres a ese momento?
“Ahora sí me acuerdo: Yo estaba en aquella no muy alta
montaña porque sabía que me iba a morir. El cáncer que tenía en mi páncreas me
estaba devorando por dentro y ni los médicos sabían qué hacer conmigo. Pero un
momento... Yo estaba muerto. Me acuerdo de cómo mis fuerzas se reducían a cero
mientras mi cuerpo caía al suelo. ¿Será esto el cielo? No lo sé, a lo mejor las
voces que oigo son de los ángeles, pero son un poco cabrones al alegrarse de
que esté muerto.
Espera, espera. Estoy escuchando algo más:
-La operación ha salido bien, a pesar de que ha estado en
coma tres meses debido al cáncer que tenía en su interior. La intervención del
día de ayer fue exitosa y, como ven, se está despertando.
No puede ser, yo no puedo estar vivo. Nadie en su sano
juicio me daba esperanza de vida, esto debe ser una imaginación, de esas que
tienes al estar muerto. De no ser así,
no lo comprendo.
Un momento, mis ojos están comenzando a abrirse, ¿será
cierto que estoy vivo?
Empiezo a reconocer a la gente eufórica que me rodea: Ahí
está mi novio, el cual no para de mirarme con cara de felicidad abrumadora.
Noto algo en mi mano, algo me aprieta demasiado. Voy a mirar.
Una mujer, mirándome fijamente con los ojos encharcados en
lágrimas por mi despertar y, apretándome aún más fuerte con su rugosa mano, me
mira y me dice sin dejar de sonreír:
-Bienvenido, a la vida hijo mío, por segunda vez.
Y solo tengo una cosa que decirle a esta señora:
-He vuelto, pero esta vez será para quedarme”.